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Me tienes a tus pies (Confesiones a una sexóloga)
Siempre fuiste mi sexóloga preferida y lo sabes. Me tienes a tus pies desde la primera vez que los vi en una foto. Por aquel entonces yo aún no conocía mi fetichismo, nunca había hablado de ello con nadie, ni siquiera me lo había admitido a mí mismo.
Aunque tú en todo momento me trataste con extrema profesionalidad, siendo mi fiel confidente, mis fantasías fueron por otro camino: el de la pasión y la adoración hacia tus pies.
Todo empezó con Instagram. Allí te encontré sin saber que tus pies serían las pisadas que me llevarían por un sendero hacia mi propio fetiche.
Mis primeras veces fueron contigo: la primera que percibí que me sentía atraído por unos pies; la primera que me atreví a confesarlo; y mi primera masturbación (no es que no me hubiera masturbado nunca, por supuesto, pero sí fue la primera en que lo hacía fantaseando con ese fetiche).
Imaginaba cómo sería sentir tus pies en mis manos: su suavidad al tocarlos, al besarlos, al chupar cada uno de sus deditos, al hundir mi lengua en el arco de sus plantas…
Recuerdo exactamente la imagen de tus pies con la que me masturbé por primera vez: el esmalte de tus uñas, el tatuaje… Todo era nuevo para mí, pero sabía que tenía más y más ganas de ver esas fotos. Me excitaban tanto como cualquier fotografía erótica.
El siguiente verano, después de conocerte, fue el primero que agradecí que llegara el calor y los zapatos abiertos; un universo de hermosos pies frente a mí, allí donde miraba. Adoraba compartir todo eso contigo, contarte mis sensaciones y mis experiencias con los pies femeninos, a ti, solo a ti, mi adorada musa de pies.
Fuiste la primera persona, y la única, con quien he hablado de mi atracción por los pies, cuando ni siquiera yo lo tenía claro. Tú me ayudaste a entenderlo, a aceptarlo, a abrazar ese aspecto oculto de mí, algo que en un principio me hacía sentir preocupado, bastante confuso, pero, sobre todo, avergonzado. Fui un cobarde por mantenerlo en secreto y no querer admitirlo, durante tanto tiempo. Tú le diste la vuelta, lo convertiste en un don, en el arte de admirar la belleza desde abajo, el placer de deleitarme en los detalles…
No sé si soy un fetichista de pies, un footlover o qué. Sinceramente no necesito ponerle un nombre. Solo sé que mi erotismo ya no es igual, mi onanismo ha adquirido una nueva dimensión. Tal vez siempre estuvo ahí, aunque no quisiera o no pudiera verlo.
Sabes que te estaré eternamente agradecido por haberme escuchado, por tu comprensión, por descubrirme esta parte de mí tan especial.
Tus pies fueron los primeros, quizá los que he deseado con más ansias. Ni siquiera soy capaz de imaginar lo que haría con ellos, dónde estarían mis límites, hasta dónde me llevarían… Los conservaré entre mis fantasías como aquellos que me abrieron la puerta a un mundo desconocido y ardiente. Aún los miro en fotos, de vez en cuando, y me pierdo entre cada línea, cada lunar y cada uno de tus dedos.
Y es que, sin duda, no puedo negarlo y lo sabes bien: me tienes a tus pies.